Chile de antes y durante la Covid-19.
El país se enfrenta al invierno austral con la amenaza latente del virus y con una gran parte de la sociedad descontenta por la situación social y económica. El 18 de octubre de 2019 se produjo en Chile el mayor estallido social de su democracia. El detonante fue la subida del precio del billete de metro, el medio de transporte más usado en la capital. Bajo el eslogan “Chile despertó”, el país vivió durante meses manifestaciones, saqueos y disturbios. Enfrentamientos entre manifestantes y carabineros causaron más de una veintena de muertos y miles de heridos y detenidos.
El estallido se paralizó con los primeros casos de coronavirus. Pero el confinamiento no ha hecho olvidar el descontento ni las demandas, entre ellas la reforma de la Constitución, cuyo plebiscito se tenido que posponer para el próximo 25 de octubre.
El país atraviesa una difícil situación por la escalada de la curva del coronavirus, mientras vuelven a aparecer algunas protestas en los barrios más pobres, donde el hambre y la falta de empleo ha empujado a muchos a tener que saltarse la cuarentena.
La llegada de las ollas comunes nuevamente
Hasta la fecha, en una decena de ciudades de todo el país, y una cincuentena de comunas, barrios, villas y poblaciones -de acuerdo al registro de diversas organizaciones vecinales y sociales- se instalaron Ollas Comunes para encarar lo que algunos definen como la llegada de “la pandemia del hambre” en el escenario de crisis sanitaria.
Considerando las comunas donde se registraron protestas por falta de alimentos, se constataron serios problemas de abastecimiento, donde se tuvieron que instalar Ollas Comunes, y donde las estadísticas señalan críticas situaciones de cesantía y suspensión o baja de ingresos salariales, se puede cifrar en más de 5 millones el número de personas que habitan zonas que están en tensión alimentaria.
Aunque no se tiene un registro exacto, a través de informaciones en redes sociales (RRSS), testimonios y datos de colectivos sociales, vecinales y comunitarios, se sabe que están funcionando Ollas Comunes en ciudades como Cartagena, Antofagasta, Santiago, Rancagua, Machalí, Iquique, Valparaíso y Valdivia y se prevé instalar muchas más en otras ciudades. Hay más de 50 poblaciones, barrios y villas donde están funcionando para proveer alimentación colectiva.
“Apoya la olla”, “El pueblo ayuda al Pueblo”, “El pueblo defiende al pueblo”, son consignas que se levantan en distintos territorios y a través de RRSS. Decenas de organizaciones comunitarias, vecinales, territoriales y sociales, están abocadas a organizar y posibilitar la existencia de las Ollas Comunes, a convocar y atender a miles de familias y posibilitar al menos una comida al día, aunque en muchos lugares se logra tener hasta tres raciones diarias para las y los vecinos.
La compra comunitaria en ferias y almacenes, el acopio solidario y popular, la donación de alimentos y dinero, canastas armadas por vecinos, permiten abastecer las Ollas Comunes donde se toman medidas de higiene y protección y se determinan las comidas a producir, pensando en el mejor aprovechamiento de los productos y rendimiento de las cantidades.
La expansión de las Ollas Comunes se produce cuando el desempleo en cifras formales aumentó en un punto, y de acuerdo a análisis de economistas y centros de estudio podría pasar, en definitiva, de 7% a 18% este año. Con un millón 500 mil cesantes y asalariados sin percibir su sueldo según los últimos datos conocidos. Ausencia de empleos e ingresos, gatilló una crisis en la economía familiar donde se deja de tener recursos para garantizar el sustento. En zonas populares los problemas se agudizan porque cientos de miles están en el empleo informal y al decretarse extendidas cuarentenas, esa gente queda sin posibilidad de salir a trabajar y tener ingresos.
El escenario es tan real y dramático, que ni el gobierno pudo eludirlo. Es así que, más allá de las fallas y medias verdades que se fueron detectando después, el Presidente Sebastián Piñera lanzó la campaña “Alimentos para Chile”, que significaría entregar 2.5 millones de cajas con producto alimenticios básicos.
“Todo ser humano tiene derecha a alimentación adecuada”

De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (FAO), “todo ser humano tiene derecho a una alimentación adecuada y tiene el derecho fundamental a no padecer hambre, según las normas internacionales de derechos humanos. En pocas palabras, se trata del ‘derecho a la alimentación’…Los Estados tienen la obligación de respetar, proteger, promover, facilitar y materializar el derecho a la alimentación”.
También en la normativa internacional se establece que “todos los hombres, mujeres y niños y niñas tienen el derecho inalienable a no padecer de hambre y malnutrición a fin de poder desarrollarse plenamente y conservar sus capacidades físicas y mentales”.
Esas premisas se estarían incumpliendo en Chile en medio de la pandemia o, al menos, se podría estar ingresando en un nivel deficitario.
Como sea, ante los problemas para garantizar la alimentación, el pueblo de organiza y las Ollas Comunes dan con una respuesta inmediata y concreta. No es la primera vez en la historia de Chile que esto ocurre.
En las primeras décadas del siglo pasado, miles de familias de mineros, obreros y trabajadores recurrieron a la organización colectiva para tener el sustento alimenticio ante crisis en la industria del salitre, la hambruna en el campo y la debacle financiera internacional y su impacto en el país.
Esa opción se mantuvo en distintos sectores rurales y urbanos en las décadas siguientes, sobre todo cuando comenzaron las tomas de terrenos y las tomas de fundo, donde campesinos, pobladores, trabajadores y mujeres se reunían en torno de la Olla Común.
Durante la dictadura, sobre todo en la crisis económica desatada en 1982, resurgieron con fuerza las Ollas Comunes, nacieron los Comedores Populares, las compras en común, donde hubo casos emblemáticos como los de La Victoria y Lo Hermida.
Respuestas y prácticas de la base social
En la irrupción actual de esta forma auto convocante del pueblo, se recuerda con vigencia el texto de la antropóloga Clarisa Hardy, titulado “Hambre+Dignidad=Ollas Comunes”, donde señaló que “las organizaciones urbanas de subsistencia serán un escenario de nuevas prácticas sociales, vedadas en la vida cotidiana de sectores sometidos, diariamente, a la exigente tarea de conseguir medios para su reproducción y la de sus familias”, y expuso que “las condiciones que provocan tal situación de hambre tienden a mantenerse y a consolidar, inevitablemente, respuestas más estables y permanentes de los sectores populares para sobrevivir”.
La académica, en el periodo dictatorial, estableció factores que dieron paso a las Ollas Comunes que, de alguna manera, son homologables a la situación actual: la cesantía en alza, la baja del poder adquisitivo de las familias, insuficiente gasto social del Estado, los índices de pobreza real y condiciones sociales precarias.
Sobre la situación actual, el ex ministro de Desarrollo Social, Marcos Barraza, dijo a ElSiglo.cl que “la crisis económica no está afectando solamente a la población más pobre, sino al conjunto del país. El impacto económico por la desantención del gobierno a los trabajadores y sus familias está empobreciendo a vastos sectores de la población. Y ahora, estar en cuarentena, desprovistos de alimentación, sin protección social, sin transferencias de recursos suficientes, sin medidas que lleguen a todos los que tienen necesidades hoy”.
En ese contexto, manifestó que “esta expansión de las ollas comunes sería insuficiente leerla sólo en función de la pandemia. Se precipita, se gatilla con la pandemia, pero venían manifestaciones importantes de participación popular que están revitalizando y revalidando expresiones como las ollas comunes, de solidaridad popular”.
Barraza sostuvo que “ante las insuficiencias y carencias de respuestas del Estado, toda vez que está capturado por las políticas neoliberales, la base social despliega mecanismos adaptativos que le permiten subsanar las carencias socioeconómicas. Es una respuesta esencialmente contra-cultural a este modo de actuar del gobierno. De esto son parte las ollas comunas que se están expandiendo”.
“Los platos de comida ayudan a las familias”
Susana Castillo es dirigente vecinal de Villa Marta Brunet, que un día preparó junto a otras mujeres, 250 raciones de arroz con pollo. Fue entrevistada por la agencia española de noticias, EFE, y explicó que “siempre van saliendo más familias, sobre todo ahora que nos extendieron la cuarentena. Hay cada vez más gente que se está quedando sin trabajo” y eso afecta la posibilidad de adquirir productos. “A mí la olla común me ha ayudado mucho, así al menos me asegura que voy a tener almuerzo”.
La señora Carmen y don Arturo, de La Florida, dijeron que “los platos de comida que salen de la olla común ayudan a las familias, los vecinos saben que tendrán una comida”. Agregan que “nos llegan donaciones de alimentos, pero también reunimos los recursos del barrio, de familias, y hacemos compras comunes en la feria, porque la idea es tener un alimento de calidad”.
Lina Sandoval, dirigente social en Puente Alto, narró en Radio ADN que se instalaron Ollas Comunes en Bajos de Mena, Villa Nocedal y otras zonas de esa comuna, y que se con aportes que se reciben se pusieron a funcionar varias Ollas Comunes que logran satisfacer las necesidades de cientos de familias. Expuso que la ayuda oficial no ha llegado a esas zonas donde ya el hambre se torna un problema real, sobre todo entre las familias más pobres.
Al cierre de esta nota, el registro en RRSS y en manos de colectivos territoriales hablaba de la organización de Ollas Comunes en lugares como Bazar Solidario en Antofagasta; Juntas de Vecinos de Machalí; Abastecimiento Popular en Cartagena; Barrios Yungay y República en Santiago; Barrio Zapadores y Colectivo el Cortijo en Conchalí; Colectivo Cultural Luchin, Coordinadora de Cesantes del Bosque, Proyecto Social y Comunitario y Escuela Municipal “Mario Arce Gatica” de la comuna de El Bosque; Radio Villa Francia, Colectivo Hoy por ti Mañana por la Alameda y organizaciones sociales en comuna de Estación Central; La Pincoya en Huechuraba; Pobladores de Las Condes “Hasta que la Dignidad se haga costumbre”; Organicemos Dignidad y Villa O’Higgins en La Florida; “Sembrando Comunidad” en La Legua; Campaña “Mamitas y niñ@s vulnerables”, Corporación Ideco, Profesionales Área Social, en La Pintana; Iglesia Recoleta Franciscana, zona de La Vega; Red de Apoyo Mutuo por la Dignidad y otros colectivos territoriales en Lo Hermida; Fundación “Te lo regalo mamá”, Colectivo Señal Raíces, Junta de Vecinos Villa Frei, en Ñuñoa; Valdivia Solidaria, en Valdivia; Red de Ayuda en Padre Hurtado; Asamblea Pobladores de La Victoria; Ñule Mapu, comuna de Pedro Aguirre Cerda; Escuela Especial Valle Hermoso y Esperanza Andina en Peñalolén; Asamblea de Organizaciones Sociales y Políticas de la Provincia Cordillera, y Centro de Acopio Villa Nocedal, en la comuna de Puente Alto; Comité Cesantes Quilicura; en la comuna de Quinta Normal, Grupo de Apoyo Mutuo, y Asamblea de Vecinxs Barrio Lo Besa; Hijos de la Calle, en Renca; Ollas Comunes Barrio Zapadores, Recoleta; Cocina Solidaria Barrio Atacama, comuna de San Miguel; en San Bernardo, La primera del pueblo; La primera del pueblo, y Barrio Franklin en Santiago Centro; Comedor comunitario Madeco-Mademsa en San Joaquín; Población Manuel Rodríguez, Rancagua; Comida Solidaria de Las Cruces; Apoyo Solidario Vecinos de Valdivia.
Una respuesta y una realidad que se va haciendo imprescindible ante la crisis social que está afectando a amplios sectores de la población en todo el país.
fuente: RTVE